En el corazón de Baltimore, una unidad policial conocida como el Gun Trace Task Force (GTTF) se levantó como una fuerza de élite destinada a erradicar la violencia armada. Fundada en 2007, el GTTF fue inicialmente alabada por su eficiencia en la confiscación de armas y su lucha contra el crimen. Sin embargo, en lugar de ser un bastión de justicia, pronto se convirtió en un símbolo de corrupción y abuso.
Los agentes del GTTF, con un estatus casi intocable, comenzaron a usar su poder para cometer delitos que habrían sido impensables en su misión original. Se involucraron en un elaborado esquema de fraude y extorsión, que incluía el robo de dinero y bienes durante las redadas y la reventa de drogas previamente confiscadas. Lo que había comenzado como un esfuerzo por limpiar las calles, se transformó en una red de corrupción que contaminó a toda la unidad.