En «Flotar (2024)», una chica de ciudad, alejada emocionalmente de sus padres, busca un refugio en un pequeño pueblo costero junto a su tía. Su experiencia cercana a la muerte al casi ahogarse la lleva a ser rescatada por el socorrista local. Este gesto desencadena un vínculo especial entre ellos, ya que él se ofrece a enseñarle a nadar durante el verano. A medida que la joven aprende a flotar en el agua, también comienza a abrirse emocionalmente y a encontrar un sentido de pertenencia en su nuevo entorno. La relación con el socorrista se convierte en un importante catalizador de crecimiento personal y descubrimiento de la propia identidad para la protagonista.